A continuación unos fragmentos de "Demeter y Perséfone" de Anne
Baring y Jules Cashford.
Deméter es la madre del trigo, diosa de las doradas cosechas y de la fertilidad de la tierra arada; Perséfone, su hija, es la doncella del trigo, la simiente en la que el trigo, su madre, continuamente renace. Como Inanna, (diosa mesopotámica) a Deméter se la llama "la verde", "la que trae la fruta" y "la que trae las estaciones". Aparece coronada de espigas de trigo o sosteniendo trigo en sus manos, igual que la diosa micénica antes que ella; se inscribe en la tradición milenaria de la diosa neolítica del grano de la vieja Europa, que se sentaba al lado del dios que tenía la hoz para segar los tallos moribundos finalizada la estación. El nombre con el que se designaba la comida era el suyo: "la espelta (trigo salvaje) de Deméter"; y se invovaba su bendición en la siega y en la siembra. Es la que "llena el granero", y en Chipre da nombre a la recogida de la cosecha, damatrizein. Sus fiestas se celebraban al cambiar las estaciones, en primavera y otoño, el tiempo de la muerte y el renacimiento del trigo. En la Illíada, la imagen de Deméter es del color del trigo maduro: cuando... la rubia Deméter separa con el presuroso soplo de los vientos el grano y las granzas. (Homero Illíada, 5, 500-1)
(...)
La historia de Deméter es inseparable de la de su hija. A Perséfone
se le da a menudo simplemente el nombre de Core, que significa
"doncella"; es el femenino de koros, "brote".
Madre e hija son llamadas "las dos diosas", o las Demetres,
como si Core, el brote, fuera la nueva forma de la planta, la madre.
Una inscripción en Delos, al lado de un templo dedicado a Isis,
decía: "(Propiedad) de Demeter la eleusina, doncella y mujer".
En las pinturas cerámicas donde aparecen las dos juntas, es a menudo
difícil encontrar algún rasgo que las distinga, aparte del cabello:
largo y suelto para la doncella, recogido alrededor de la cabeza para
la madre. En ocasiones Deméter lleva trigo o fruta en las manos, y
Perséfone blande flores o antorchas. De hecho, el vínculo entre
madre y doncella se imagina tan estrecho, y se concibe de forma tan
ideal que su unión sugiere más bien una unión de principios, esto
es, una figura con dos apariencias. ¿Es esta figura, entonces, la de
la gran y única diosa madre en su forma dual, como madre y doncella?
¿Se trata de la faceta más joven y la menos joven de una única
figura, madre de los vivos y de los muertos?
Desde
una perspectiva simbólica y narratológica, la doncella, como los
hijos de Innana, de Isis, de Afrodita y de Cibeles, es la imagen de
lo nuevo -la semilla del trigo, la semilla de la vida- que ha nacido
de lo antiguo, que se ha perdido, que se ha llorado, que se ha
encontrado y que ha renacido de lo antiguo -la madre- en un ciclo tan
continuo como los ciclos de la luna.
(...)
Como gran madre de la vida y de la muerte, y concretamente de la
agricultura, Deméter contiene en su interior el mundo superior y el
inframundo, y su leyenda explora la relación paradójica entre los
dos, ya que lo que muere sobre la tierra se adentra bajo la misma
para regresar, nuevo, diferente pero a la vez idéntico. En las
figuras de Deméter y Perséfone, la diosa única está dividida en
los dos aspectos de los superior y lo inferior, lo vivo y lo muerto;
aunque, al imaginar estos dos estados, generalmente antagónicos,
como madre e hija, no se colocan en polos opuestos, sino que se unen
por la raíz. Este hecho es lo que expresa la idea de renacimiento.
Como mito de la naturaleza, Perséfone es la semilla que se separa
del cuerpo del grano maduro, la madre, cuando tras hundirse bajo
tierra regresa en primavera como el nuevo brote. La etimología de su
nombre -"la que brilla en la oscuridad"- sugiere que la
semilla no muere realmente, sino que continúa viviendo en el
inframundo, aunque no pueda ser vista desde la superficie. Quizás
esto sea misterio suficiente; sin embargo, la idea de tradición
mistérica se refiere al examen explícito de la analogía entre la
vida de la vegetación y la vida humana, de tal manera que la verdad
de la una se revela, al mismo tiempo, como la verdad de la otra.
(...)
Eleusis
El
propósito y significado de los Misterios era la iniciación a una
visión. "Eleusis" significa "el lugar de la feliz
llegada", de donde los campos Eliseos toman su nombre. El
término "Misterios" proviene de la palabra muein,
que significa "cerrar" tanto ojos como boca. Hace
referencia al secreto que rodea las ceremonias, y a la conformidad
requerida del iniciado; es decir, se exige que él o ella permita que
se le haga algo: de ahí se deduce el significado de "iniciar".
La culminación de la ceremonia consistía en la exposición de
objetos sagrados en el santuario interno a manos del sumo sacerdote o
hierofante -o hierá
phaion,
"el que hace que los objetos sagrados aparezcan"-.
Únicamente se permitía hacer alusiones indirectas acerca de lo que
incurría. Entre ellas, la fundamental era simplemente que Deméter
hallaba a su hija y se reunía con ella en Eleusis. Sólo los
escritores cristianos violaron estas reglas: aunque su testimonio no
es objetivo, un escritor gnóstico señala que el punto culminante de
la cremonia consistía en la acción de cortar una espiga de trigo en
silencio.
Cualquiera
podía asistir a los Misterios, siempre que supiera hablar griego y
no hubiera derramado sangre, indicándose así la dimensión moral de
la fiesta. Los Misterios menores, que se celebraban al final del
invierno en el mes de las flores, el Antesterión, eran condición
previa para la participación en los Misterios mayores, que se
celebraban en otoño. El primer estadio de la iniciación en los
Misterios menores era el sacrificio de un cerdo joven, el animal
consagrado a Deméter, que sustituía simbólicamente la muerte del
propio iniciado. Como en las Tesmoforias (festival de otoño dedicado
a Deméter) este rito se ajusta a la variante órfica del mito
mencionado por Luciano, que asociaba la muerte del cerdo con el rapto
de Perséfone.
El
segundo estadio de la iniciación era una ceremonia de purificación
en la que al iniciado se le tapaban los ojos con una venda. En
ciertos relieves, Heracles aparece llevando velo y sentado sobre la
piel de un carnero, siguiendo el ejemplo de Deméter en el himno; se
le acerca una antorcha desde abajo, o se sostiene una horca para
aventar encima de él. Debía ser una situación aterradora, una
prueva de valor del iniciado con el fin de prepararlo para lo que
estaba por venir. Las sucesivas etapas de los ritos de iniciación
son descritas, de nuevo, a través de alusiones, inteligibles para
los ya iniciados, pero no para los profanos. Clemente de Alejandría
cita a un iniciado que dijo: "Ayuné, bebí el ciceón, cogí
del cesto y, después de probarlo, lo deposité en la canasta y de la
canasta al cesto". Lo que estaba oculto en el cesto ha sido
objeto de mucha especulación, por parte de los cristianos, acerca de
la naturaleza de los genitales, considerados o no de forma simbólica;
sin embargo, el escritor griego Teofrasto señala que los
instrumentos para moler el trigo se consideraban sagrados, de manera
que es posible que estuvieran ocultos en el cesto un mortero y una
maja, objetos que se utilizaban para preparar el kykeón, la bebida
de cebada.
Los
Misterios mayores se celebraban al principio cada cinco años. Más
tarde se comenzaron a celebrar anualmente, en otoño; comenzaban el
quince del mes de Boedromión y duraban nueve días. Acudían
iniciados de todos los rincones del mundo helénico y romano, y se
declaraba una tregua entre las ciudades estado griegas durante
cuarenta y cinco días, desde el mes anterior hasta el mes siguiente.
En la víspera del inicio, se llevaban los objetos sagrados, ohierá,
de Deméter en procesión desde Eleusis hasta Atenas. El primer día
tenía lugar la convocatoria y preparación de los iniciados, que el
segundo día se purificaban en el mar, un rito llamado la
"expulsión". El mismo día, los iniciados sacrificaban
lechones, probablemente ahogados en el mar. El tercer día parece que
se celebraba un sacrificio oficial en nombre de la ciudad de Atenas.
El cuarto día, llamado el Asclepia en honor de Asclepio, el dios de
la curación, era otro día de purificación. El quinto día (el
decimonoveno del mes Boedromión), llamado Yacós, era el día
de celebración; tenía lugar una gran procesión desde Atenas hasta
Eleusis siguiendo el itinerario sagrado. Se recorrían unos 32 km.
Unas sacerdotisas llevaban las hierá en kista cerradas,
cofres o cestas, rodeadas por la multitud que bailaba y gritaba
extáticamente el nombre de Yaco, cuya estatua, coronada de mirto y
llevando una antorcha se llevaba de pie en un carruaje.
Yaco
era otro nombre de Dioniso, que, según la leyenda órfica, era el
hijo de Perséfone y de Zeus, padre de la misma. Fue concebido una
noche en que el dios se le acercó en una caverna subterránea
transformado en serpiente. No se trataba de Dioniso, dios del vino y
del toro (cuyo equivalente es el cretense Zagreo), dios que es
desmembrado pero que vive de nuevo. Era Dioniso como niño de pecho
místico, imagen de la renovación perpetua y señal de que los
misterios de Eleusis y los de Dioniso se habían fundido en uno.
(...)
Imagínese la gran sala de los misterios envuelta en la oscuridad,
atestada de gente esperando en silencio. Se vislumbran en la
oscuridad siluetas de sacerdotes, que se mueven de aquí a allá
llevando parpadeantes antorchas. En el centro de la oscuridad se está
representando algún drama secreto. Repentinamente un gong suena como
un trueno, el inframundo se abre y desde las profundidades de la
tierra aparece Core. Una luz radiante llena la cámara, crecen las
llamas de la hoguera, enorme y chisporroteante, y el hierofante
canta: "La gran diosa ha dado a luz a un hijo sagrado: Brimo ha
parido a Brimós". Entonces, en el silencio profundo, alza en la
mano una espiga de trigo.
Ahora
es el momento de las celebraciones. Hay cantos y bailes en el patio,
se sacrifica un gran toro, y todos rompen su ayuno a la vez.
Finalmente, el sacerdote llena dos copas y, alzando una hacia el
oeste y otra hacia el este, derrama al suelo lo que contienen. El
pueblo, mirando hacia el cielo, grita "¡lluvia!" y,
mirando hacia la tierra, grita "¡concibe!":hýe, kýe.
Así acaban los Misterios de Eleusis.
"Tres
veces benditos son aquellos mortales que han visto estos ritos y
penetran así en el Hades: pues sólo para ellos hay vida, para los
otros todo es pesar." Son palabras de Sófocles, que desarrolla
esta idea en el himno. Y también dice Píndaro: "¡Feliz el
que, después de haberlos visto, desciende a la tierra; feliz el que
conoce el fin de la vida, y conoce el comienzo que otorgan los
dioses!". Es imposible no preguntarse qué veían; ¿acaso
apariciones, phantasmata? Cuando Heracles dice, "he visto
a Core", ¿quiere decir que vio a una diosa alzarse de debajo de
la tierra? ¿O se produjo un crecimiento milagroso y repentino del
trigo en otoño, fuera de temporada, que se cortó para obtener la
espiga, revelándose así la trascendencia de la ley natural? O quizá
la pregunta no es qué vieron, sino cómo lo vieron. El
ayuno, beber de una poción especial, la comunión en la oscuridad y
la revelación final pueden entenderse también como una preparación
para un cambio de mente en el que, sea lo que fuere lo que vieran los
participantes, veían con tal intensidad que se unían con lo que
veían, trasladándose así a un nivel psíquico totalmente
diferente.
Tenemos
que preguntarnos, por lo tanto, cómo se hacía posible esta
revelación. Es significativo que las dos características
principales de la ceremonia religiosa, posiblemente desde el
Neolítico, están presentes también en Eleusis; esto es, el
matrimonio sagrado y el nacimiento del niño. Harrison escribe que
"el rito del matrimonio sagrado y el nacimiento del niño
sagrado... eran, creo, el misterio central". Las ceremonias
concluían con el matrimonio simbólico de la lluvia celestial con la
receptiva tierra, que había de concebir el hijo del grano; pero es
posible que se celebrase un matrimonio sagrado, simbólica o
literalmente, entre el hierofante y una sacerdotisa antes de que
tuviera lugar el regreso de Core (o más bien para traer de vuelta a
Core). Clemente de Alejandría hace referencia a la fórmula mediante
la que los epoptes se reconocían entre sí, describiéndola
como ligeramente distinta de la que se usaba en los Misterios
menores. Incluía un pastóso cámara nupcial: "Yo comí
en el tambor, bebí en el címbalo, llevé los vasos sagrados,
penetré abajo en la cámara nupcial (pastós)". Asterio,
obispo de Amasea, al final del siglo V d, C., hace referencia al
matrimonio sagrado, como rito culminante de los Misterios, con el
horror propio de un cristiano:
¿No
se ejecuta el descenso a la oscuridad, la venerada unión del
hierofante con la sacerdotisa, de él solo con ella sola? ¿No se
apagan las antorchas y no cree la incontable muchedumbre que su
salvación reside en lo que ellos hacen en la oscuridad?
Harrison
comenta que el matrimonio y el nacimiento eran, efectivamente, los
actos rituales culminantes, actos por los que la unión con lo
divino, la finalidad de todo ceremonial místico, se consideraban en
un primer momento ejecutados realmente, más tarde sólo
simbólicamente efectuados... El hombre hace los ritos de los dioses
a imagen de su propia conducta humana. Los misterios de estos dioses
hechos por el hombre no son sino los eternos misterios de la vida del
hombre.
¿Cómo
se convertía este "matrimonio" en algo "real"
para los iniciados? Ésta es una pregunta tan desconcertante en este
contexto como lo sería en el de los "misterios" de
cualquier otro ritual religioso; sobre todo porque a los que hacen la
pregunta dicho matrimonio los deja, por definición, indiferentes.
Hacen preguntas desde el intelecto que sólo pueden ser contestadas
por la pasión. Sólo un místico comprende los Misterios.
El
matrimonio sagrado, la unión de zoé y bíos, se
celebraba en Mesopotamia, Egipto y Creta como un ritual nupcial entre
la diosa madre y su hijo-amante. En este contexto este mito
fundamental experimenta distintas variaciones porque las figuras de
la madre y la doncella constituyen su núcleo. Es posible que Zeus
fuese el hijo-amante de la diosa en Creta, donde tanto él como
Deméter surgieron, pero ahora es consorte y padre por derecho
propio. A pesar de todo, Deméter era indudablemente la madre en
Eleusis, y no se menciona en el mito a consorte divino alguno; de
manera que es posible que el matrimonio entre el hierofante y la
sacerdotisa mantuviese todavía su importancia original:
la biós masculina -la vida que comienza y termina,
ya sea Zeus o el cretense Yasión- se une con la zoé femenina,
el principio atemporal e inmortal de regeneración, simbolizado aquí
en Deméter, la madre.
(...)
La secuencia de acontecimientos en las celebraciones de los Misterios
sugiere que el matrimonio sagrado representado por el hierofante y la
sacerdotisa hace posible, en primer lugar, el "nacimiento"
de Core del inframundo; y después el nacimiento del niño, Brimós.
El nombre Brimo significa "poderoso" o el "iracundo",
y evoca la ira de Deméter que acabó finalmente por hacer volver a
su hija. Brimo era una diosa del inframundo en Tesalia, al norte. Los
nombres Brimo y Brimós sugieren que en la introducción de la
agricultura y de los Misterios en Grecia hubo influencia tesalia, y
más tarde, tracia, pero no nos cuentan mucho más, aparte de que la
madre da a luz a una versión masculina de sí misma. ¿Quienes eran
Brimo y Brimós en Eleusis? La respuesta se nos escapa todavía,
aunque ha habido distintas sugerencias: o Perséfone dio a luz a
Yaco-Dioniso, el dios que eternamente muere y que vive eternamente, o
Deméter dio a luz a Pluto. Kerényi considera que Brimo es
"fundamentalmente un nombre que designa la reina del reino de
los muertos, atribuido a Deméter, Core y Hécate en su calidad de
diosa del inframundo". En este caso, el hijo es el espíritu de
renovación concebido en el inframundo como testimonio vivo de que en
la muerte hay vida, ya sea ésta la "riqueza" de la
cosecha, o el "tesoro" del conocimiento intuitivo
espiritual. El significado de Pluto y Yaco-Dioniso es aquí el mismo.
Sin embargo, es posible que haya un significado adicional implícito
en el mismo hecho de suscitar la pregunta. La "gran diosa"
no se nombra quizá porque, en el momento de la epifanía, las dos
diosas se han convertido en una y, simbólicamente al menos, es esta
unión trascendental la que "da a luz" a la nueva visión
que es el niño. (...)
Triptolemo
A
Triptolemo se le suele representar de pie entre las dos diosas, como
si fuera el hijo de ambas. En el relieve de arriba le está
entregando a Deméter la espiga de trigo (que se desprendió); detrás
de él, a la misma altura que Deméter, está Perséfone con la mano
sobre su cabeza, como en señal de bendición. Es frecuente que
Deméter lleve el grano y Perséfone las antorchas como si a través
de elllas el ciclo continuo de la vida y la muerte rodease al joven.
Pero ¿quien era Triptolemo? ¿Es una versión humana del divino niño
Yaco o Pluto? ¿Puede desprenderse de la disposición de las figuras
-Perséfone está detrás de él y Deméter delante- que ha vuelto a
la vida desde la muerte?
En
el himno homérico, Triptolemo se menciona como uno de los cuatro
legisladores de Eleusis, e historicamente era el rey local. Harrison
añade que "puede que se le representase joven para equipararle
con el niño Yaco, una imagen rival y complementaria".
Normalmente aparece conduciendo un carro tirado por dos grandes
serpientes, a veces aladas; también son serpientes las que acompañan
a Deméter en otras imágenes. Viajó por toda la tierra sobre este
carro, enseñando a las gentes el arte de la agricultura y
probablemente también el significado de los Misterios. Algunas veces
lo acompaña Hermes, como para indicar que podía ir y venir entre
los reinos de la vida y la muerte. En ocasiones se representa a
Dioniso en el reverso del vaso, sugiriéndose una relación entre
Triptolemo y Yaco. Kerényi señala que "es posible que
Triptolemo fuese también un nombre que designara al hombre
primordial, ya que hay una genealogía que lo presenta como hijo de
Océano y Gea, la tierra. Esto transformaría la historia en un mito
de creación del origen de la humanidad. Su nombre puede significar
"triple guerrero"; dicho significado se aproxima al de
Demofonte, el bebe de corta edad al que Deméter colocó en el fuego,
cuyo nombre significa "el que mata al pueblo"; posiblemente
los dos estén intrisicamente relacionados o quizá llegaron a ser
identificados con el tiempo. Existe una tradición que afirma que la
diosa era su niñera; según otra, él era el amante de Deméter bajo
el nombre de Yasión, puesto que el significado de su nombre también
puede designar tres veces arado.
Nos
hallamos, por lo tanto, ante una increible confusión de papeles y
significados; todos vinculan a Triptolemo con la diosa, y lo
describen como algo más que un mero héroe local que, casualmente,
era uno de los cuatro reyes de Eleusis cuando Deméter pasó por ahí.
Desde otra perspectiva, Triptolemo se inserta en la tradición de los
hijos amantes de la diosa, como Osiris, que enseñó la agricultura y
las artes de la civilización a la humanidad, igual que Dioniso
enseño el arte de transformar la uva en vino. Kerényi concluye que
"no hay duda de que el mito de Triptolemo se remonta a una época
muy arcaica, precediendo la existencia del himno homérico". A
veces Triptolemo descansa entre sus dos serpientes como un rey, y su
figura es similar a la de Dioniso o Yaco. A veces representa el
principio generador de la vida, igual que el eje del caduceo, como si
antaño hubiese sido el hijo de Deméter y Perséfone y ahora fuese
el amante, articulando el don del conocimiento de la vida y de la
muerte.
La espiga de trigo
Eurípides,
en su obra Hipsípila, hace que un personaje reaccione ante la muerte
de un niño mediante una imagen del grano: "Uno entierra niños,
tiene nuevos niños, muere uno mismo; esto los hombres lo soportan
mal, llevando tierra a la tierra. Pero es necesario recolectar la
vida como una espiga de trigo cargada de frutos, y que uno sea y el
otro no".
Aunque
se representan necesariamente como sucesos separados, podríamos
decir que el nacimiento del niño y la epifanía de la espiga de
trigo expresan el mismo significado simbólico.
La fuente principal
que lo demuestra es el autor anónimo de los Philosophoúmena,
del siglo III a. C., que habla de los atenienses que iniciaban a las
gentes en Eleusis y que enseñaban a los iniciados "el más
completo, epóptico, poderoso y maravilloso misterio: una espiga de
trigo segada en silencio solemne". De manera significativa,
inmediatamente antes, el autor señala que los frigios creen que dios
"es una espiga de trigo fresca recién cogida", añadiendo
que los frigios también consideraban el "trigo cortado"
como misterio. Junto con los festivales de muerte y resurrección de
Adonis, esto se inserta dentro de la tradición larga y continua del
misterio del trigo. Se encuentran espigas de trigo en la arquitectura
de Eleusis y en los pequeños propileos; de hecho, la espiga de trigo
fue el emblema de Eleusis, como lo fue, en menor grado, el cerdo. Es
imposible no pensar en Osiris, de cuyo cuerpo postrado surgieron
brotes de trigo, sobre todo si se tiene en cuenta la ceremonia
paralela en ambas tradiciones, en la que tanto Osiris como Core son
convocados desde el inframundo por el mismo golpe de gong. Osiris era
identificado con el trigo, y en el templo de File reposa en un
sarcófago del que se alzan espigas de trigo paralelas, regadas por
un sacerdote, con una inscripción que dice "ésta es la forma
de lo innombrable, secreto Osiris que se apresura hacia arriba".
El
trigo cortado es como el árbol cortado en Creta y Roma, la imagen de
lo que muere cada día y, sin embargo, revive. Como Osiris, Atis y
Adonis, y como Perséfone, la hija, la siega del trigo no significaba
la muerte de lo que hacía crecer al trigo; de hecho, la paradoja del
trigo cortado es que es su muerte la que trae de vuelta la vida. En
el Ática se sembraba maíz sobre las tumbas; Cicerón explica que
esto sucedía "para que la tierra, purificada por esta semilla,
pudiera ser devuelta a los vivos".
¿Qué
veían, entonces, los iniciados en la espiga de trigo? Cuando el
hierofante la cortaba y la alzaba en silencio, es indudable que lo
que estaba exhibiendo era el receptáculo transparente de una verdad
esencial de la vida humana. En los términos que hemos intentado
establecer hasta ahora, ¿no es posible que los iniciados tuviesen una
visión de bíos unido con zoé, en la que la vida
individual y la fuente de toda vida se funden en una sola realidad?
Normalmente el trigo cortado se considera algo que se ha terminado,
que está a punto de morir y de no ser nada, como bíos separado
de zoé: se trata de una imagen de muerte, tal y como se la
concibe generalmente. Pero quizá los mitos percibían, en una
visión, el trigo cortado como imagen debíos y zoé
juntos, de la muerte y de la vida eterna fundidos en una unidad.
De esta manera, una sencilla ceremonia agrícola se convierte en un
símbolo del destino humano.
Este
simbolismo es muy conocido entre nosotros por la tradición
cristiana, cuyos rituales culminan también en la ofrenda de una
oblea de trigo. Jesús dijo:
En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él sólo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, así la pierde; y el que odia su vida en este mundo la guardará para una vida eterna (Jn 12, 24-25).
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