domingo, 23 de agosto de 2015

·.·La Dualidad de la Diosa, la muerte y resurrección del grano de trigo·.·


A continuación unos fragmentos de "Demeter y Perséfone" de Anne Baring y Jules Cashford.

Deméter es la madre del trigo, diosa de las doradas cosechas y de la fertilidad de la tierra arada; Perséfone, su hija, es la doncella del trigo, la simiente en la que el trigo, su madre, continuamente renace. Como Inanna, (diosa mesopotámica) a Deméter se la llama "la verde", "la que trae la fruta" y "la que trae las estaciones". Aparece coronada de espigas de trigo o sosteniendo trigo en sus manos, igual que la diosa micénica antes que ella; se inscribe en la tradición milenaria de la diosa neolítica del grano de la vieja Europa, que se sentaba al lado del dios que tenía la hoz para segar los tallos moribundos finalizada la estación. El nombre con el que se designaba la comida era el suyo: "la espelta (trigo salvaje) de Deméter"; y se invovaba su bendición en la siega y en la siembra. Es la que "llena el granero", y en Chipre da nombre a la recogida de la cosecha, damatrizein. Sus fiestas se celebraban al cambiar las estaciones, en primavera y otoño, el tiempo de la muerte y el renacimiento del trigo. En la Illíada, la imagen de Deméter es del color del trigo maduro: cuando... la rubia Deméter separa con el presuroso soplo de los vientos el grano y las granzas. (Homero Illíada, 5, 500-1)
(...) La historia de Deméter es inseparable de la de su hija. A Perséfone se le da a menudo simplemente el nombre de Core, que significa "doncella"; es el femenino de koros, "brote". Madre e hija son llamadas "las dos diosas", o las Demetres, como si Core, el brote, fuera la nueva forma de la planta, la madre. Una inscripción en Delos, al lado de un templo dedicado a Isis, decía: "(Propiedad) de Demeter la eleusina, doncella y mujer". En las pinturas cerámicas donde aparecen las dos juntas, es a menudo difícil encontrar algún rasgo que las distinga, aparte del cabello: largo y suelto para la doncella, recogido alrededor de la cabeza para la madre. En ocasiones Deméter lleva trigo o fruta en las manos, y Perséfone blande flores o antorchas. De hecho, el vínculo entre madre y doncella se imagina tan estrecho, y se concibe de forma tan ideal que su unión sugiere más bien una unión de principios, esto es, una figura con dos apariencias. ¿Es esta figura, entonces, la de la gran y única diosa madre en su forma dual, como madre y doncella? ¿Se trata de la faceta más joven y la menos joven de una única figura, madre de los vivos y de los muertos?

Desde una perspectiva simbólica y narratológica, la doncella, como los hijos de Innana, de Isis, de Afrodita y de Cibeles, es la imagen de lo nuevo -la semilla del trigo, la semilla de la vida- que ha nacido de lo antiguo, que se ha perdido, que se ha llorado, que se ha encontrado y que ha renacido de lo antiguo -la madre- en un ciclo tan continuo como los ciclos de la luna.

(...) Como gran madre de la vida y de la muerte, y concretamente de la agricultura, Deméter contiene en su interior el mundo superior y el inframundo, y su leyenda explora la relación paradójica entre los dos, ya que lo que muere sobre la tierra se adentra bajo la misma para regresar, nuevo, diferente pero a la vez idéntico. En las figuras de Deméter y Perséfone, la diosa única está dividida en los dos aspectos de los superior y lo inferior, lo vivo y lo muerto; aunque, al imaginar estos dos estados, generalmente antagónicos, como madre e hija, no se colocan en polos opuestos, sino que se unen por la raíz. Este hecho es lo que expresa la idea de renacimiento. Como mito de la naturaleza, Perséfone es la semilla que se separa del cuerpo del grano maduro, la madre, cuando tras hundirse bajo tierra regresa en primavera como el nuevo brote. La etimología de su nombre -"la que brilla en la oscuridad"- sugiere que la semilla no muere realmente, sino que continúa viviendo en el inframundo, aunque no pueda ser vista desde la superficie. Quizás esto sea misterio suficiente; sin embargo, la idea de tradición mistérica se refiere al examen explícito de la analogía entre la vida de la vegetación y la vida humana, de tal manera que la verdad de la una se revela, al mismo tiempo, como la verdad de la otra. (...)


Eleusis
El propósito y significado de los Misterios era la iniciación a una visión. "Eleusis" significa "el lugar de la feliz llegada", de donde los campos Eliseos toman su nombre. El término "Misterios" proviene de la palabra muein, que significa "cerrar" tanto ojos como boca. Hace referencia al secreto que rodea las ceremonias, y a la conformidad requerida del iniciado; es decir, se exige que él o ella permita que se le haga algo: de ahí se deduce el significado de "iniciar". La culminación de la ceremonia consistía en la exposición de objetos sagrados en el santuario interno a manos del sumo sacerdote o hierofante -o hierá phaion, "el que hace que los objetos sagrados aparezcan"-. Únicamente se permitía hacer alusiones indirectas acerca de lo que incurría. Entre ellas, la fundamental era simplemente que Deméter hallaba a su hija y se reunía con ella en Eleusis. Sólo los escritores cristianos violaron estas reglas: aunque su testimonio no es objetivo, un escritor gnóstico señala que el punto culminante de la cremonia consistía en la acción de cortar una espiga de trigo en silencio.
Cualquiera podía asistir a los Misterios, siempre que supiera hablar griego y no hubiera derramado sangre, indicándose así la dimensión moral de la fiesta. Los Misterios menores, que se celebraban al final del invierno en el mes de las flores, el Antesterión, eran condición previa para la participación en los Misterios mayores, que se celebraban en otoño. El primer estadio de la iniciación en los Misterios menores era el sacrificio de un cerdo joven, el animal consagrado a Deméter, que sustituía simbólicamente la muerte del propio iniciado. Como en las Tesmoforias (festival de otoño dedicado a Deméter) este rito se ajusta a la variante órfica del mito mencionado por Luciano, que asociaba la muerte del cerdo con el rapto de Perséfone.

El segundo estadio de la iniciación era una ceremonia de purificación en la que al iniciado se le tapaban los ojos con una venda. En ciertos relieves, Heracles aparece llevando velo y sentado sobre la piel de un carnero, siguiendo el ejemplo de Deméter en el himno; se le acerca una antorcha desde abajo, o se sostiene una horca para aventar encima de él. Debía ser una situación aterradora, una prueva de valor del iniciado con el fin de prepararlo para lo que estaba por venir. Las sucesivas etapas de los ritos de iniciación son descritas, de nuevo, a través de alusiones, inteligibles para los ya iniciados, pero no para los profanos. Clemente de Alejandría cita a un iniciado que dijo: "Ayuné, bebí el ciceón, cogí del cesto y, después de probarlo, lo deposité en la canasta y de la canasta al cesto". Lo que estaba oculto en el cesto ha sido objeto de mucha especulación, por parte de los cristianos, acerca de la naturaleza de los genitales, considerados o no de forma simbólica; sin embargo, el escritor griego Teofrasto señala que los instrumentos para moler el trigo se consideraban sagrados, de manera que es posible que estuvieran ocultos en el cesto un mortero y una maja, objetos que se utilizaban para preparar el kykeón, la bebida de cebada.


Los Misterios mayores se celebraban al principio cada cinco años. Más tarde se comenzaron a celebrar anualmente, en otoño; comenzaban el quince del mes de Boedromión y duraban nueve días. Acudían iniciados de todos los rincones del mundo helénico y romano, y se declaraba una tregua entre las ciudades estado griegas durante cuarenta y cinco días, desde el mes anterior hasta el mes siguiente. En la víspera del inicio, se llevaban los objetos sagrados, ohierá, de Deméter en procesión desde Eleusis hasta Atenas. El primer día tenía lugar la convocatoria y preparación de los iniciados, que el segundo día se purificaban en el mar, un rito llamado la "expulsión". El mismo día, los iniciados sacrificaban lechones, probablemente ahogados en el mar. El tercer día parece que se celebraba un sacrificio oficial en nombre de la ciudad de Atenas. El cuarto día, llamado el Asclepia en honor de Asclepio, el dios de la curación, era otro día de purificación. El quinto día (el decimonoveno del mes Boedromión), llamado Yacós, era el día de celebración; tenía lugar una gran procesión desde Atenas hasta Eleusis siguiendo el itinerario sagrado. Se recorrían unos 32 km. Unas sacerdotisas llevaban las hierá en kista cerradas, cofres o cestas, rodeadas por la multitud que bailaba y gritaba extáticamente el nombre de Yaco, cuya estatua, coronada de mirto y llevando una antorcha se llevaba de pie en un carruaje.

Yaco era otro nombre de Dioniso, que, según la leyenda órfica, era el hijo de Perséfone y de Zeus, padre de la misma. Fue concebido una noche en que el dios se le acercó en una caverna subterránea transformado en serpiente. No se trataba de Dioniso, dios del vino y del toro (cuyo equivalente es el cretense Zagreo), dios que es desmembrado pero que vive de nuevo. Era Dioniso como niño de pecho místico, imagen de la renovación perpetua y señal de que los misterios de Eleusis y los de Dioniso se habían fundido en uno.

(...) Imagínese la gran sala de los misterios envuelta en la oscuridad, atestada de gente esperando en silencio. Se vislumbran en la oscuridad siluetas de sacerdotes, que se mueven de aquí a allá llevando parpadeantes antorchas. En el centro de la oscuridad se está representando algún drama secreto. Repentinamente un gong suena como un trueno, el inframundo se abre y desde las profundidades de la tierra aparece Core. Una luz radiante llena la cámara, crecen las llamas de la hoguera, enorme y chisporroteante, y el hierofante canta: "La gran diosa ha dado a luz a un hijo sagrado: Brimo ha parido a Brimós". Entonces, en el silencio profundo, alza en la mano una espiga de trigo.

Ahora es el momento de las celebraciones. Hay cantos y bailes en el patio, se sacrifica un gran toro, y todos rompen su ayuno a la vez. Finalmente, el sacerdote llena dos copas y, alzando una hacia el oeste y otra hacia el este, derrama al suelo lo que contienen. El pueblo, mirando hacia el cielo, grita "¡lluvia!" y, mirando hacia la tierra, grita "¡concibe!":hýe, kýe. Así acaban los Misterios de Eleusis.

"Tres veces benditos son aquellos mortales que han visto estos ritos y penetran así en el Hades: pues sólo para ellos hay vida, para los otros todo es pesar." Son palabras de Sófocles, que desarrolla esta idea en el himno. Y también dice Píndaro: "¡Feliz el que, después de haberlos visto, desciende a la tierra; feliz el que conoce el fin de la vida, y conoce el comienzo que otorgan los dioses!". Es imposible no preguntarse qué veían; ¿acaso apariciones, phantasmata? Cuando Heracles dice, "he visto a Core", ¿quiere decir que vio a una diosa alzarse de debajo de la tierra? ¿O se produjo un crecimiento milagroso y repentino del trigo en otoño, fuera de temporada, que se cortó para obtener la espiga, revelándose así la trascendencia de la ley natural? O quizá la pregunta no es qué vieron, sino cómo lo vieron. El ayuno, beber de una poción especial, la comunión en la oscuridad y la revelación final pueden entenderse también como una preparación para un cambio de mente en el que, sea lo que fuere lo que vieran los participantes, veían con tal intensidad que se unían con lo que veían, trasladándose así a un nivel psíquico totalmente diferente.


Tenemos que preguntarnos, por lo tanto, cómo se hacía posible esta revelación. Es significativo que las dos características principales de la ceremonia religiosa, posiblemente desde el Neolítico, están presentes también en Eleusis; esto es, el matrimonio sagrado y el nacimiento del niño. Harrison escribe que "el rito del matrimonio sagrado y el nacimiento del niño sagrado... eran, creo, el misterio central". Las ceremonias concluían con el matrimonio simbólico de la lluvia celestial con la receptiva tierra, que había de concebir el hijo del grano; pero es posible que se celebrase un matrimonio sagrado, simbólica o literalmente, entre el hierofante y una sacerdotisa antes de que tuviera lugar el regreso de Core (o más bien para traer de vuelta a Core). Clemente de Alejandría hace referencia a la fórmula mediante la que los epoptes se reconocían entre sí, describiéndola como ligeramente distinta de la que se usaba en los Misterios menores. Incluía un pastóso cámara nupcial: "Yo comí en el tambor, bebí en el címbalo, llevé los vasos sagrados, penetré abajo en la cámara nupcial (pastós)". Asterio, obispo de Amasea, al final del siglo V d, C., hace referencia al matrimonio sagrado, como rito culminante de los Misterios, con el horror propio de un cristiano:

¿No se ejecuta el descenso a la oscuridad, la venerada unión del hierofante con la sacerdotisa, de él solo con ella sola? ¿No se apagan las antorchas y no cree la incontable muchedumbre que su salvación reside en lo que ellos hacen en la oscuridad?

Harrison comenta que el matrimonio y el nacimiento eran, efectivamente, los actos rituales culminantes, actos por los que la unión con lo divino, la finalidad de todo ceremonial místico, se consideraban en un primer momento ejecutados realmente, más tarde sólo simbólicamente efectuados... El hombre hace los ritos de los dioses a imagen de su propia conducta humana. Los misterios de estos dioses hechos por el hombre no son sino los eternos misterios de la vida del hombre.

¿Cómo se convertía este "matrimonio" en algo "real" para los iniciados? Ésta es una pregunta tan desconcertante en este contexto como lo sería en el de los "misterios" de cualquier otro ritual religioso; sobre todo porque a los que hacen la pregunta dicho matrimonio los deja, por definición, indiferentes. Hacen preguntas desde el intelecto que sólo pueden ser contestadas por la pasión. Sólo un místico comprende los Misterios.
El matrimonio sagrado, la unión de zoé y bíos, se celebraba en Mesopotamia, Egipto y Creta como un ritual nupcial entre la diosa madre y su hijo-amante. En este contexto este mito fundamental experimenta distintas variaciones porque las figuras de la madre y la doncella constituyen su núcleo. Es posible que Zeus fuese el hijo-amante de la diosa en Creta, donde tanto él como Deméter surgieron, pero ahora es consorte y padre por derecho propio. A pesar de todo, Deméter era indudablemente la madre en Eleusis, y no se menciona en el mito a consorte divino alguno; de manera que es posible que el matrimonio entre el hierofante y la sacerdotisa mantuviese todavía su importancia original: la biós masculina -la vida que comienza y termina, ya sea Zeus o el cretense Yasión- se une con la zoé femenina, el principio atemporal e inmortal de regeneración, simbolizado aquí en Deméter, la madre.


(...) La secuencia de acontecimientos en las celebraciones de los Misterios sugiere que el matrimonio sagrado representado por el hierofante y la sacerdotisa hace posible, en primer lugar, el "nacimiento" de Core del inframundo; y después el nacimiento del niño, Brimós. El nombre Brimo significa "poderoso" o el "iracundo", y evoca la ira de Deméter que acabó finalmente por hacer volver a su hija. Brimo era una diosa del inframundo en Tesalia, al norte. Los nombres Brimo y Brimós sugieren que en la introducción de la agricultura y de los Misterios en Grecia hubo influencia tesalia, y más tarde, tracia, pero no nos cuentan mucho más, aparte de que la madre da a luz a una versión masculina de sí misma. ¿Quienes eran Brimo y Brimós en Eleusis? La respuesta se nos escapa todavía, aunque ha habido distintas sugerencias: o Perséfone dio a luz a Yaco-Dioniso, el dios que eternamente muere y que vive eternamente, o Deméter dio a luz a Pluto. Kerényi considera que Brimo es "fundamentalmente un nombre que designa la reina del reino de los muertos, atribuido a Deméter, Core y Hécate en su calidad de diosa del inframundo". En este caso, el hijo es el espíritu de renovación concebido en el inframundo como testimonio vivo de que en la muerte hay vida, ya sea ésta la "riqueza" de la cosecha, o el "tesoro" del conocimiento intuitivo espiritual. El significado de Pluto y Yaco-Dioniso es aquí el mismo. Sin embargo, es posible que haya un significado adicional implícito en el mismo hecho de suscitar la pregunta. La "gran diosa" no se nombra quizá porque, en el momento de la epifanía, las dos diosas se han convertido en una y, simbólicamente al menos, es esta unión trascendental la que "da a luz" a la nueva visión que es el niño. (...)

Triptolemo
A Triptolemo se le suele representar de pie entre las dos diosas, como si fuera el hijo de ambas. En el relieve de arriba le está entregando a Deméter la espiga de trigo (que se desprendió); detrás de él, a la misma altura que Deméter, está Perséfone con la mano sobre su cabeza, como en señal de bendición. Es frecuente que Deméter lleve el grano y Perséfone las antorchas como si a través de elllas el ciclo continuo de la vida y la muerte rodease al joven. Pero ¿quien era Triptolemo? ¿Es una versión humana del divino niño Yaco o Pluto? ¿Puede desprenderse de la disposición de las figuras -Perséfone está detrás de él y Deméter delante- que ha vuelto a la vida desde la muerte?

En el himno homérico, Triptolemo se menciona como uno de los cuatro legisladores de Eleusis, e historicamente era el rey local. Harrison añade que "puede que se le representase joven para equipararle con el niño Yaco, una imagen rival y complementaria". Normalmente aparece conduciendo un carro tirado por dos grandes serpientes, a veces aladas; también son serpientes las que acompañan a Deméter en otras imágenes. Viajó por toda la tierra sobre este carro, enseñando a las gentes el arte de la agricultura y probablemente también el significado de los Misterios. Algunas veces lo acompaña Hermes, como para indicar que podía ir y venir entre los reinos de la vida y la muerte. En ocasiones se representa a Dioniso en el reverso del vaso, sugiriéndose una relación entre Triptolemo y Yaco. Kerényi señala que "es posible que Triptolemo fuese también un nombre que designara al hombre primordial, ya que hay una genealogía que lo presenta como hijo de Océano y Gea, la tierra. Esto transformaría la historia en un mito de creación del origen de la humanidad. Su nombre puede significar "triple guerrero"; dicho significado se aproxima al de Demofonte, el bebe de corta edad al que Deméter colocó en el fuego, cuyo nombre significa "el que mata al pueblo"; posiblemente los dos estén intrisicamente relacionados o quizá llegaron a ser identificados con el tiempo. Existe una tradición que afirma que la diosa era su niñera; según otra, él era el amante de Deméter bajo el nombre de Yasión, puesto que el significado de su nombre también puede designar tres veces arado.


Nos hallamos, por lo tanto, ante una increible confusión de papeles y significados; todos vinculan a Triptolemo con la diosa, y lo describen como algo más que un mero héroe local que, casualmente, era uno de los cuatro reyes de Eleusis cuando Deméter pasó por ahí. Desde otra perspectiva, Triptolemo se inserta en la tradición de los hijos amantes de la diosa, como Osiris, que enseñó la agricultura y las artes de la civilización a la humanidad, igual que Dioniso enseño el arte de transformar la uva en vino. Kerényi concluye que "no hay duda de que el mito de Triptolemo se remonta a una época muy arcaica, precediendo la existencia del himno homérico". A veces Triptolemo descansa entre sus dos serpientes como un rey, y su figura es similar a la de Dioniso o Yaco. A veces representa el principio generador de la vida, igual que el eje del caduceo, como si antaño hubiese sido el hijo de Deméter y Perséfone y ahora fuese el amante, articulando el don del conocimiento de la vida y de la muerte.

La espiga de trigo
Eurípides, en su obra Hipsípila, hace que un personaje reaccione ante la muerte de un niño mediante una imagen del grano: "Uno entierra niños, tiene nuevos niños, muere uno mismo; esto los hombres lo soportan mal, llevando tierra a la tierra. Pero es necesario recolectar la vida como una espiga de trigo cargada de frutos, y que uno sea y el otro no".
Aunque se representan necesariamente como sucesos separados, podríamos decir que el nacimiento del niño y la epifanía de la espiga de trigo expresan el mismo significado simbólico. 


La fuente principal que lo demuestra es el autor anónimo de los Philosophoúmena, del siglo III a. C., que habla de los atenienses que iniciaban a las gentes en Eleusis y que enseñaban a los iniciados "el más completo, epóptico, poderoso y maravilloso misterio: una espiga de trigo segada en silencio solemne". De manera significativa, inmediatamente antes, el autor señala que los frigios creen que dios "es una espiga de trigo fresca recién cogida", añadiendo que los frigios también consideraban el "trigo cortado" como misterio. Junto con los festivales de muerte y resurrección de Adonis, esto se inserta dentro de la tradición larga y continua del misterio del trigo. Se encuentran espigas de trigo en la arquitectura de Eleusis y en los pequeños propileos; de hecho, la espiga de trigo fue el emblema de Eleusis, como lo fue, en menor grado, el cerdo. Es imposible no pensar en Osiris, de cuyo cuerpo postrado surgieron brotes de trigo, sobre todo si se tiene en cuenta la ceremonia paralela en ambas tradiciones, en la que tanto Osiris como Core son convocados desde el inframundo por el mismo golpe de gong. Osiris era identificado con el trigo, y en el templo de File reposa en un sarcófago del que se alzan espigas de trigo paralelas, regadas por un sacerdote, con una inscripción que dice "ésta es la forma de lo innombrable, secreto Osiris que se apresura hacia arriba".

El trigo cortado es como el árbol cortado en Creta y Roma, la imagen de lo que muere cada día y, sin embargo, revive. Como Osiris, Atis y Adonis, y como Perséfone, la hija, la siega del trigo no significaba la muerte de lo que hacía crecer al trigo; de hecho, la paradoja del trigo cortado es que es su muerte la que trae de vuelta la vida. En el Ática se sembraba maíz sobre las tumbas; Cicerón explica que esto sucedía "para que la tierra, purificada por esta semilla, pudiera ser devuelta a los vivos".

¿Qué veían, entonces, los iniciados en la espiga de trigo? Cuando el hierofante la cortaba y la alzaba en silencio, es indudable que lo que estaba exhibiendo era el receptáculo transparente de una verdad esencial de la vida humana. En los términos que hemos intentado establecer hasta ahora, ¿no es posible que los iniciados tuviesen una visión de bíos unido con zoé, en la que la vida individual y la fuente de toda vida se funden en una sola realidad? Normalmente el trigo cortado se considera algo que se ha terminado, que está a punto de morir y de no ser nada, como bíos separado de zoé: se trata de una imagen de muerte, tal y como se la concibe generalmente. Pero quizá los mitos percibían, en una visión, el trigo cortado como imagen debíos y zoé juntos, de la muerte y de la vida eterna fundidos en una unidad. De esta manera, una sencilla ceremonia agrícola se convierte en un símbolo del destino humano.

Este simbolismo es muy conocido entre nosotros por la tradición cristiana, cuyos rituales culminan también en la ofrenda de una oblea de trigo. Jesús dijo:

En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él sólo; pero si muere, da mucho fruto. 
El que ama su vida, así la pierde; y el que odia su vida en este mundo la guardará para una vida eterna (Jn 12, 24-25).





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